Mujer desnuda con collar de perlasHoy os quiero hablar de una de mis escritoras favoritas. Posiblemente muchos de vosotros no la conozcáis pero seguro que a alguno le suena. Se hace llamar Isabel Allende. 😉

Bueno, bromas aparte, esta escritora chilena (posiblemente la novelista más popular de Iberoamérica) se enmarcada dentro del realismo mágico (al igual que otros escritores de renombre como Gabriel García Márquez) y es autora de obras tan conocidas como «La casa de los espíritus» o «De amor y de sombra», ambas llevadas al cine.

Acaba de sacar su último libro «La isla bajo el mar», que espero tener pronto entre mis manos y poder haceros algún comentario.

Mientras tanto os quiero dejar alguna de sus perlas, como yo las llamo, frases capaces de emocionar por si mismas, de hacer reír o llorar aunque las saques del contexto que las justifica. Todos los escritores que me gustan se caracterizan por llenar sus obras de estas perlas (y me hacen adminitir que me falta mucho para ser un buen escritor). De hecho, suelo calificar la calidad de un escritor, más que por la historia, por su capacidad para enriquecer su obra con estas perlas.

Acogiéndome al derecho de cita os voy a dejar algunas de su obra «La suma de los días». Espero que después de leerlas os animéis a conocer a esta fabulosa escritora (en ambos sentidos).

Disponía de una paciencia ilimitada con mis mietos y, a pesar de que pesaba cuarenta y cinco kilos y tenía huesos de tórtola, andaba siempre con Nicole en brazos. Temíamos que mi nieta menor cumpliera quice años sin aprender a caminar.

Después se modernizó y ahora está suscrita a varias agencias de internet con diferentes especialidades: «Demócratas Solteros», que al menos tienen en común el odio al presidente Bush; «Amigos», sólo para latios, que a Tabre le gustan, aunque la mayoría necesita visa y trata de convetirla al catolicismo; y «Verdes Solteros», que aman a la Madre Tierra y no dan importancia a los bienes materiales, por lo tanto, no trabajan.

Antes que yo me incorporara al grupo, ellas se juntaban desde hacía años a compartir sus vidas, meditar y orar por gente enferma o en apuros. Ahora que soy una de ellas, también intercambiamos maquillaje, bebemos champán, nos hartamos de bombones y a veces vamos a la ópera, porque la práctica espiritual a secas a mí me deprime un poco.

El melodrama familiar continuó, por fortuna, porque si no ¿de qué diablos iba a escribir yo?

Le habíamos explicado a la Abuela que las madres de Sabrina eran lesbianas, budistas y vegetarianas, tres palabras que no conocía. Lo de vegetarianas fue lo únio que le pareció inaceptable.

– ¿Y qué te pasa ahora Nicole? – le pregunté.

– ¡Siempre se han reído de mí! ¡Me han arruinado la vida! – fue su respuesta. Aún no había cumplido los tres años…

Hay dos clases de enfermedades, la que se curan solas y las mortales.

La relación de Nico y Celia se puso color de hormiga.

Tú hermano no cree en la rencarnación, porque matemáticamente es imposible, y menos en la astrología, por supuesto, pero considera que no está de más tomar precauciones.

El último marido es veintidós años menor que ella, por eso esta atrevida señora recurrió a la ciencia y quedó embarazada a una edad en que otras mujeres tejen para los bisnietos. Cuando los reporteros de la prensa le preguntaron por qué lo había hecho, contestó: «Para que acompañe a mi marido cuando yo me muera». Me pareció muy noble de su parte, porque cuando yo me muera prefiero que Willie lo pase pésimo y me eche de menos.

Mi Diosa es un océano y nosotros somos gotas de agua, pero el océano existe por la gotas que lo forman.

Es sorprendente que nos llevemos tan bien. Milagro, diría yo. Terapia, diría Nico.