Hoy inicio un viaje con el ánimo cansado, el humor agridulce y la migraña golpeando la puerta.

He metido al sempiterno hombre bala en la mochila, testigo invisible de ya miles de kilómetros, haciéndole un hueco entre los calzoncillos, la cámara y las nostalgias, para que me acompañe en esta ruta de trazado incierto.

Para sacar algo de provecho de este viaje un compromiso conmigo mismo: producir cada día una foto y un pequeño texto con el que ilustrar y dar vida a estas páginas que, como muchas otras facetas de mi vida, no reciben de mí la atención que merecen.